¿Puede un edificio colocar a una ciudad en el mapa? Tal parece que sucedió con el archidifundido museo de titanio.
Los datos ponen de manifiesto lo acertado del negocio que para Bilbao supuso el fichaje del afamado Frank Gehry: con un coste de 126,5 millones de euros, sumando los casi 33 millones de la colección permanente, el Guggenheim ( según datos de la administración) ha generado casi 1.200 empleos desde entonces, un PIB de 1.750 millones y ha hecho ingresar a la Hacienda vizcaína cerca de 280 millones en concepto de gasto realizado por los visitantes.
La parte que no se cuantifica fácilmente es la de poner cara y ojos a una ciudad. ¿Quién conocía Bilbao fuera de España antes? Bueno, pues eso es lo que en 2.006 pensaban muchos alcaldes de España. Soñaban con construir su edificio estrella, su propio Guggenheim.
Entre ellos el de Sevilla en aquel momento, Alfredo Sánchez, que se fotografió en el balcón del Ayuntamiento junto a nada más y nada menos que …. Sir Norman Foster, Arata Isozaki, Jean Nouvel y Guillermo Vázquez Consuegra. Iban a participar en un ambicioso proyecto de nuevo barrio en solares que se repartieron los bancos ( ¿..os suena la historia?)
De toda aquella grandilocuencia y parafernalia en proyectos, la gran mayoría, vaya, casi todos, se quedaron en eso. En proyectos. Y de los que se llegaron a construir, la mayoría con enormes problemas para finalizar las obras y con exagerados sobrecostes.
Claro, que todo esto es parte de una concepción del urbanismo, de la ciudad y de la profesión radicalmente alejada de aquella que debería ser, o, almenos, que nos enseñaron que debería ser: la arquitectura al servicio del hombre, del ciudadano, en contraposición a una cultura del pelotazo, a una gran burbuja que se gestaba paralelamente a la del tocho, que era la de las grandes operaciones que promovían los alcaldes con aspiraciones, despreciando a los profesionales autóctonos en pos de la figura mediática.
En este sentido, recomiendo la lectura de La arquitectura del poder, de Deyan Sudjik, en que nos cuenta cómo desde siempre ha existido una obsesión arquitectónica de primeros ministros, presidentes, dictadores, magnates y personajes poderosos y del endiosamiento de los arquitectos estrella que se han puesto a su servicio sin ningún tipo de pudor.
Todo ello, unido a recientes inauguraciones en la ciudad de Barcelona, me ha hecho pensar en aquellos casos sonados en que edificios que prometían grandes alegrías a sus promotores o impulsores se convirtieron en molestos dolores de cabeza.
He reunido algunos casos que siempre me han llamado la atención, y su interés no radica siempre en establecer un paralelismo con el caso que abre el artículo, sino que hay diferentes puntos que han despertado mi interés. Ahí va…
Puente de la Constitución, Venecia
Arquitecto: Santiago Calatrava
Qué decir de Santiago Calatrava? El ingeniero-arquitecto-niño prodigio de los auditorios sin acústica, de los escenarios que se inundan, cuando no se hunden directamente; sobrecostes de hasta cuatro veces el valor inicial, puentes que se retuercen por efecto del viento…
En la foto, con algunos amigos.
El Puente de la constitución era el primero que se construía en Venecia desde hacía 70 años. Y qué caro les ha salido. Las autoridades judiciales italianas reclaman casi 4 millones de euros a Calatrava en concepto de compensación por daños originados por errores del diseño y fallos en la ejecución de las obras.
El presupuesto inicial de 3,8 millones de euros se incrementó hasta los algo más de 11 millones.
Además, el puente adolece de deficiencias en la accesibilidad para personas con movilidad reducida.
Ciudad de la cultura, Santiago de Compostela
Arquitecto: Peter Eisenman
El sueño de Fraga se materializa en el monte Gaiás, a casi dos kilómetros del casco urbano de Santiago. En 2001 se coloca la primera piedra de lo que sería la Ciudad de la cultura, compuesta por una hemeroteca, la Biblioteca de Galicia, un teatro de la música, un edificio de nuevas tecnologías, otro de servicios centrales y un museo de Historia de Galicia. Tenía que costar 108 millones, y su plazo de ejecución sería de tres años.
Pues bien, a dia de hoy ya se han invertido más de 400 millones de euros en sólo cuatro edificios de los seis previstos.
Se habla de desproporción, con una biblioteca para un millón de volúmenes; más grande que la nacional de Berlín. Se habla de delirios de grandeza, del Sr. Fraga y del arquitecto, Eisenman, con una concepción de la arquitectura como espectáculo al servicio del poder: un verdadero monumento al despropósito.
Nous Encants, Barcelona
Arquitecto: Fermín Vázquez, b720
El fantasma del fiasco amenaza la penúltima gran actuación en la ciudad de las Olimpíadas del 92. ¿Es necesario este sobreesfuerzo de dignificación formal de lo que no dejará de ser un mercado de ocasión al aire libre?
El edificio ya ha sido utilizado como excusa por los partidos políticos para tirarse los trastos en el consistorio: la oposición pide ceses por las persistentes goteras en su cubierta de inspiración fractal.
En fin, podría citar algunos ejemplos más, como el Centro de congresos de Rem Koolhas, tras haber vilipendiado ya 10 millones de euros, o el nonato edificio para Biblioteca en Sevilla proyectado por Zaha Hadid, después de haber invertido 4 millones de euros, pero creo que ya es suficiente por hoy. ¿No creen ustedes?
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