La calidad de la vivienda sostenible en nuestro país está aún muy lejos de otros como Suecia, Dinamarca y Noruega, que nos llevan bastante ventaja. Conceptos como el bioclimatismo, la integración en el entorno de una manera respetuosa, el uso de materiales naturales de bajo consumo incorporado, la incorporación de sistemas energéticos limpios y renovables, la rehabilitación como estrategia, antes del derribo y la obra nueva, la adopción de sistemas industrializados, en mayor o menor grado, son estrategias a investigar y experimentar, por cualquier técnico con una cierta sensibilidad.
Es decir, no deberíamos ver la sostenibilidad como una especialidad arquitectónica o, aún menos, como una religión, sino más bien como un instrumento más, incorporado en el conjunto de recursos a la hora de proyectar.
A nadie se le escapa que cada vez se hace más necesario reducir el impacto que la actividad humana deja sobre el medio ambiente. Lo estamos viviendo ahora mismo, con un aumento de las temperaturas que nos hace pensar que aún seguimos en verano, cuando hace ya un mes que lo dejamos atrás.
Hoy por hoy, y lamentablemente, el planeta está al borde del colapso. El cambio climático es ya una realidad preocupante, cada vez más presente en nuestra vida cotidiana.
En 1987 se hizo público el Informe Brunland, que popularizó lo que es ya una máxima contemporánea: «el desarrollo sostenible es aquel que satisface las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras por satisfacer sus propias necesidades».
El desarrollo sostenible implica un compromiso con el futuro, pero también con el propio presente, y con la obligación que tienen los gobernantes por hacer extensivo el bienestar alcanzado por Occidente al conjunto de la humanidad.
Para poder afrontar ese deseado desarrollo sostenible, los grandes frentes abiertos son el agotamiento de los recursos naturales como el petróleo y los minerales, entre ellos el uranio, fuente de la energía nuclear; pero también la reducción de las emisiones de CO2 y de otros gases causantes de este efecto.
Está más que probada la relación causa efecto entre el efecto invernadero y la disminución del régimen de lluvias, por lo que otro de nuestros objetivos fundamentales ha de ser una significativa reducción en el consumo de agua.
Organismos como el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) y el IMPSOL, en un ejercicio de responsabilidad institucional ante la acuciante crisis climática, han alumbrado un Protocolo de sostenibilidad, que será de obligada implantación en todos sus proyectos. De esta manera dan respuesta a los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) promovidos por las Naciones Unidas en el contexto internacional de la Agenda 2030.
Se trata de una herramienta transversal que pretende evaluar el impacto ambiental de las decisiones que se toman en la redacción de proyectos y la ejecución de las obras. Es una guía para orientar a los técnicos redactores de proyectos y directores de obras en la mejora de la gestión de recursos, reducción de demanda hídrica y energética y fomentar la biodiversidad, la movilidad sostenible y el uso de las energías renovables, de manera que contribuyamos entre todos a mitigar el cambio climático.
¿QUÉ ES UNA VIVIENDA SOSTENIBLE?
Una casa sostenible es aquella cuyo impacto medioambiental es claramente menor que el de una construcción convencional.
Llegados a este punto, y teniendo en cuenta que somos actores clave en el proceso constructivo, ¿cuál creemos que debería ser nuestra responsabilidad? A modo de aproximación al problema, podemos plantear que un tercio de las emisiones de CO2 se relacionan directamente con algún momento de la vida de los edificios. Es decir, con alguno de los procesos como la producción de materiales de construcción, su transporte y puesta en obra; el consumo energético durante su vida útil y, por último, el derribo y la gestión de los residuos.
En consecuencia, para cumplir los compromisos del protocolo de Kioto, es imprescindible reducir de manera muy importante la demanda energética de los edificios que construimos. Debemos reducir el coste ambiental de los edificios.
Por tanto, uno de los frentes que tenemos es reducir la energía incorporada, que es el valor inicial de energía y emisiones asociado a la materia de la construcción, y que supone un 30% de la energía total consumida por el edifico. El 70% restante correspondería a la energía consumida durante su vida útil. Así que, podríamos reducir hasta un 30% las emisiones generadas por un edificio únicamente utilizando materiales provenientes de reciclado y/o de origen orgánico, como la madera y sus derivados.
El segundo gran ámbito de trabajo es el constituido por la energía que se necesita para la utilización del edificio a lo largo de su vida útil, y las emisiones asociadas a este período. Lo que podemos asimilar al coste de mantenimiento. De hecho, se trata de la parte más significativa y es a la que nos referimos cuando hablamos de ahorro energético en la edificación. Sólo hay que fijarse en que el CTE, en su Documento Básico DB HE de ahorro de energía, se refiere únicamente a la energía destinada a la producción de agua caliente sanitaria, a la climatización y a los equipos de iluminación.
Si lo pensamos, está más que justificado que reducir el consumo de energía destinado a la calefacción, por ejemplo, sea lo primero que pensamos al plantearnos aumentar la eficiencia energética: en un edificio de viviendas la energía destinada a la producción de ACS y a la calefacción supone un 50% del total de energía consumida a lo largo de todo el ciclo de vida.
¿Qué tenemos que hacer para reducir la energía consumida por un edificio?
Es también en el CTE donde se definen los tres grandes mecanismos de que disponemos: la reducción de la demanda energética, la eficiencia de los equipos y la mejora de la gestión.
Las claves para conseguir una vivienda sostenible son la reducción de la energía necesaria para su construcción y la minimización de su dependencia energética.
El primero de ellos, la reducción de la demanda, es quizá el más importante de ellos. La tendencia será la de aproximarse tanto como sea posible a una arquitectura pasiva, aquella cuyo consumo energético tiende a cero. Si bien la reducción será fácilmente accesible si se atiende a factores como el aislamiento, el control solar y de la ventilación, una adecuada orientación, la gestión de los intercambios de calor y humedad, en todo lo relativo a la definición de la envolvente, no siempre será fácil, ni económico, cumplir el objetivo de consumo pasivo.
Un buen ejemplo de vivienda sostenible lo tenemos en las casas prefabricadas, ya sean modulares o de paneles (3D o 2D), de madera o de hormigón, cuya presencia en el mercado es una corriente imparable, por sus muchas ventajas respecto a la construcción tradicional.
Arquitectos Barna
Intervienen demasiados elementos externos, como el clima, pero también condiciones internas cambiantes, como el número de personas que habitan el edificio, el grado de intensidad de las actividades que en su interior se desarrollan, etc.
En cuanto a la reducción de consumo de agua, estamos ante un recurso de una eficacia igualmente significativa. ¿Qué podemos hacer? Desde la utilización de mecanismos de doble descarga en los inodoros, grifos de bajo consumo o temporizados, hasta la implementación de sistemas de aprovechamiento de las aguas grises provenientes del desagüe de duchas y lavabos, o incluso de reaprovechamiento del agua recogida en las cubiertas para el riego de los jardines. Algunos ayuntamientos ya han regulado sobre el particular, condicionando la concesión de licencias de obras a la incorporación de estas medidas de ahorro de agua.
Otra clave es reducir al mínimo el impacto en el entorno, respetando así la biodiversidad. Evitar acabados químicos, cuya fabricación consume mucha energía y emite gases nocivos, que deterioran la calidad del aire.
La evolución de la casa sostenible
A finales del siglo pasado había que enfrentarse a muchos obstáculos para construir una vivienda sostenible. Los pioneros de la arquitectura sostenible situaban con frecuencia la eficacia estética de sus proyectos en un segundo término, ante la necesidad de reducción de emisiones de carbono. Hoy día, la arquitectura ha incorporado ampliamente los postulados de la sostenibilidad en su fuero interno, apareciendo por doquier ejemplos de buena arquitectura, respetuosa con el medio ambiente, bella y, no menos importante, económicamente viable. El impacto ambiental producido por una vivienda sostenible es claramente menor que el de una casa convencional.
Los materiales de la vivienda sostenible
El proceso de fabricación de los materiales y productos de la construcción tiene un fuerte impacto sobre el medio ambiente, incidiendo significativamente sobre el aumento del gasto energético y la disminución de los recursos naturales. Todo el proceso, desde la extracción del material de su medio natural, su transformación en materia prima, la fabricación del producto final y el consumo de energía derivada del petróleo originan emisiones contaminantes y potencialmente tóxicas para la salud.
Para evaluar la repercusión ambiental de soluciones constructivas y materiales, contamos con una herramienta potente, como es el ACV (Análisis del Ciclo de Vida). Mediante este método, analizamos los diferentes procesos a los que se somete al material, como son su producción, el transporte, el uso… y se establecen unos indicadores que los penalizan, como son el efecto invernadero, el ozono, la energía, residuos, etc.
En líneas generales, se trata de disminuir la generación de residuos en obra y facilitar la recuperación de los materiales, por lo que deberán prevalecer sistemas prefabricados y elementos fácilmente desmontables, que permitan la deconstrucción.
Por supuesto, huelga decir que se deberá erradicar el uso de materiales como el plomo y el asbesto, que son potencialmente peligrosos para la salud humana.
A modo de resumen, lo que conviene es la utilización de sistemas constructivos y materiales durables, que garanticen un bajo impacto ambiental. Hemos visto que los más adecuados son aquellos que se fabrican con componentes reciclados, con un consumo energético bajo, y que sean reciclables en un futuro.
La madera como material sostenible
La madera es un material renovable, reciclable y fácil de reutilizar. Para su producción se requiere un mínimo consumo de energía. Si se emplea de manera eficiente, la construcción en madera puede tener una alta durabilidad. Cuando, además, la madera proviene de proveedores de la zona, se reduce al mínimo la contaminación derivada del transporte y contribuye a preservar la economía local.
La podemos utilizar en diferentes modalidades, tanto a nivel estructural como de acabado. Como solución estructural, la encontramos en el entramado de madera tradicional y en sistemas de paneles prefabricados. Algunos de estos paneles, pueden incluso llevar el aislamiento térmico incorporado.
Lamentablemente, no todo son ventajas. ¿Cuáles son los inconvenientes de trabajar con madera?
- La madera, como sistema estructural, tiene poca inercia térmica y no retiene el calor, por lo que hay que complementar con otros materiales que tengan masa o bien mediante sistemas mecánicos que regulen la temperatura interior del aire.
- Hay que tener precaución a la hora de seleccionar y comprar el material, puesto que existe mucha tala ilegal, por lo que es importante conocer la procedencia de la madera.
- También se deberá tener en cuenta que, en ocasiones, la madera necesita tratamientos de protección que, en ocasiones, originan emisiones y residuos tóxicos.
Criterios ambientales y parámetros de sostenibilidad en el diseño de la casa sostenible
Todo el ciclo de vida de un edificio, desde que se inicia con su construcción, pasando por su vida útil y acabando con su derribo, tiene un impacto sobre el medio. Podemos considerar que este es un impacto directo, ocasionado por la actividad edificatoria. Pero también existe un impacto indirecto, que es el que ocasionará la actividad que se desarrolla en los edificios. Obviamente, el impacto que produce la vivienda es menor que, por ejemplo, el que produce la industria. Con todo, el diseño sostenible consiste también en reducir el impacto directo y el indirecto.
¿Cómo minimizar el impacto directo de la vivienda al medio ambiente?
Relacionado directamente con las fases de construcción y utilización del edificio. Los criterios de diseño que se debe aplicar para reducir este impacto son:
En los sistemas pasivos, reduciendo así la demanda energética del edificio:
Ubicación, entorno y emplazamiento
En general, la elección del emplazamiento puede dar lugar a microclimas, como son la orientación y la orografía del terreno, los vientos dominantes, la proximidad o lejanía a fuentes de sonido, la presencia cercana a una masa forestal que puede actuar como regulador de la humedad ambiental o como barrera al viento o al ruido; la ubicación en centros urbanos, que pueden significar situaciones cambiantes de temperatura debido a las sombras originadas por una calle estrecha…
Configuración arquitectónica del edificio
Parámetros como la forma, determinada por los condicionantes de la ubicación, pueden ser muy determinantes, incidiendo sobre el aprovechamiento de la radiación solar, en función de la orientación de las fachadas. La piel del edificio: superficie de contacto, permeabilidad al paso del aire, transparencia, color de las superficies en contacto con el exterior…
Control solar
A priori, será necesario incorporar mecanismos para el control de la radiación solar en cualquier época del año, aunque atendiendo a la orientación del elemento a proteger. Éstos elementos pueden ser fijos (voladizos, lamas fijas…) o móviles (toldos, cortinas, persianas, porticones…). Pero también elementos añadidos a la edificación, como la vegetación: las especies de hoja caduca son un buen sistema de regulación de la radiación.
Aprovechamiento solar térmico y lumínico y ventilación natural
La orientación sur (con desviaciones de +-15º) es la óptima para la captación solar. Conviene, no obstante, un sobredimensionar los sistemas de captación, para evitar sobrecalentamientos. Se puede conseguir reducir la carga térmica del edificio utilizando elementos de sombra, aumentando el aislamiento y la ventilación, refrigerando por evaporación, utilizando láminas de agua, evitando los puentes térmicos… Para aprovechar la iluminación natural hay que tener en cuenta el diseño de las habitaciones (por ejemplo, evitando aquellas muy profundas) y de los huecos en fachada, cuidando su orientación, situación, medidas.
Configuración constructiva del edificio
Dos edificios idénticos en apariencia pueden tener comportamientos térmicos muy diferentes si su sistema constructivo es diferente. Aspectos como los materiales utilizados y su disposición relativa; el grado de aislamiento térmico y acústico; la inercia térmica interior, o la capacidad de acumular calor en la masa propia del edificio, que permitirá liberar esta energía con retardo, a medida que baje la temperatura exterior; el aislamiento térmico utilizado, que permite reducir ganancias y pérdidas térmicas no deseadas.
También hay que atender al aislamiento acústico: generalmente, el punto débil serán las oberturas de fachada, por donde se producirá una mayor entrada de ruidos del exterior. Por ejemplo, una ventana batiente ofrece una mayor estanqueidad, comportándose mejor ante el ruido.
Tipología constructiva y nuevas tecnologías
No hay que olvidar que los avances en cuanto a materiales y nuevas tecnologías de vivienda industrializada permiten llegar a unas cotas de sostenibilidad inimaginables hace unos años. La industrialización no es algo que haya surgido ahora, pero si es cierto que los últimos avances de la industria de la prefabricación, junto con las facilidades para el transporte y la logística, unidos a una creciente conciencia ambiental, han propiciado la irrupción en el mercado de nuevas empresas que abordan la construcción de edificios de manea mucho más sostenible y atenta con la huella de carbono.
Sistemas activos
En los sistemas activos o instalaciones, para aumentar el rendimiento, reduciendo consumos de agua y energía, así como las emisiones o residuos vertidos al medio natural. En este punto, conviene recordar que las energías conocidas como convencionales, que son la electricidad, los combustibles gaseosos, líquidos y sólidos, se obtienen a partir de combustibles fósiles y en centrales hidroeléctricas, térmicas o nucleares. Ya hemos visto que no son las más sostenibles. En contra, las energías renovables se caracterizan por ser recuperables de forma natural, además de poderse producir en el mismo lugar de consumo, y no son contaminantes. Se trata de la energía solar (térmica y fotovoltaica), eólica, hidráulica y biomasa.
Eficiencia en instalaciones de calefacción y climatización
Los aspectos más relevantes a tomar en consideración son: introducir criterios de zonificación en el diseño de las instalaciones de calefacción y climatización, de manera que se permita el funcionamiento independiente, en función de las diferentes orientaciones y usos. Además, conviene incorporar sistemas de regulación y control, mediante el uso de termostatos, hasta sistemas de gestión automatizada. El uso de equipos de alto rendimiento y el aislamiento térmico de las tuberías del sistema de calefacción, ayudan a aumentar la eficiencia.
Algunos consejos para aumentar la eficiencia de calefacción y climatización…
- Levantar las persianas durante las horas de sol y bajarlas de noche para evitar la pérdida de calor por los vidrios de las ventanas.
- Si tenemos fachada orientada a poniente (la más expuesta), pintarla de color claro, protegiéndola con vegetación o con persianas de lamas verticales o toldos regulables en las ventanas.
- Aumentando el aislamiento térmico de nuestra vivienda contribuimos a conservar mejor el calor en invierno y tendremos menos necesidad de refrigeración en verano.
- Utilizando carpinterías exteriores con doble vidrio, marcos aislantes y ventanas estancas, sobre todo en las fachadas orientadas hacia el Norte, podemos ahorrar entre un 20 y un 30% de la energía usada para calentar la vivienda.
Si tiene una duda concreta relacionada con este apasionante tema de la vivienda sostenible, no dude en compartirla con nosotros…
Eficiencia en instalaciones eléctricas, de iluminación y equipos
De la misma manera que en el punto anterior, el uso de mecanismos de regulación y control, con detectores de presencia, además de un aprovechamiento óptimo de la iluminación natural, redundan en el aumento de la eficiencia.
Algunos consejos para mejorar la eficiencia de las instalaciones eléctricas…
- Los colores claros en el interior de la vivienda aprovechan mejor la luz solar.
- Conviene iluminar de forma específica las áreas de trabajo y de estar, prescindiendo de iluminaciones generales.
- Utilizar detectores de presencia en las zonas comunes y bombillas de bajo consumo en aquellas que deban estar siempre encendidas.
- Con los electrodomésticos también se puede ahorrar: conviene utilizar aparatos eficientes y aprovechar al máximo sus prestaciones. Por ejemplo, adecuando la carga y el programa de la lavadora a la colada. Conviene evitar a toda costa el uso de secadoras mecánicas, secando la ropa al exterior, siempre que sea posible. No dejar aparatos electrónicos en situación de stand by es también una manera de reducir el consumo eléctrico.
Eficiencia en instalaciones de agua
En este punto, el diseño de redes separativas de aguas pluviales y fecales, con el objetivo de reutilizar las primeras en otros usos, como puede ser el riego de jardines (aunque lo idóneo es que el riego funcione por goteo controlado de manera automática), incendios… Igualmente, considerar la posibilidad de depurar las aguas grises, para que puedan ser utilizadas en las descargas de los inodoros. Pero también la implementación de mecanismos de ahorro en la grifería de la vivienda y las cisternas de los inodoros, con doble descarga selectiva.
En cuanto al agua caliente sanitaria, siempre es interesante recurrir a griferías termostáticas en bañeras y duchas, que contribuyen a contener el gasto en agua caliente, ya que regulan de manera más eficiente la temperatura ideal de salida.
También es importante prever que la instalación de ACS de la vivienda suministre agua caliente a las lavadoras y lavavajillas, evitando calentar el agua en el propio aparato, con el subsiguiente ahorro en energía eléctrica.
Residuos domésticos
En lo tocante a residuos, la estrategia consiste en reducir, reutilizar y reciclar. Para conseguir este objetivo es fundamental el papel del usuario en la recogida selectiva, y las viviendas deben estar preparadas para facilitarlo. Se deberá disponer de espacio suficiente en las cocinas, con cubos específicos para cada tipo de residuo.
Aquí van algunos consejos para reducir la generación de residuos en el ámbito doméstico:
- No hacer compras excesivas, ya que todo lo que no consumamos se transformará en residuo. Sobre todo, conviene evitar que se estropee la comida.
- Cuando los residuos no sean clasificables a causa de su composición (botes de pintura) o por razón de su cantidad (restos de jardinería), conviene transportarlos al vertedero más cercano.
- Como usuarios, podemos potenciar la compra de productos que hayan optimizado el tipo de embalaje, dando prioridad a los de vidrio y papel a los de metal y plásticos.
- En la medida de lo posible, recuperando costumbres como comprar el pan con la bolsa de tela, o incluso ir caminando provisto de un carrito de la compra, dejando de lado el uso del vehículo.
- Evitar a toda costa contaminar el agua con aceites de freír. Se deberá recoger y llevarlo al vertedero municipal o punto verde de la ciudad. Lo mismo sirve para disolventes, pinturas o similares.
- De la misma manera, conviene evitar lanzar al inodoro papeles, algodón, colillas o bastoncillos para los oídos.
Materiales y sistemas de construcción
Podemos construir de manera más sostenible minimizando el impacto ambiental de producción (en cuanto a materias primas, agua, energía, emisiones y generación de residuos) y de transporte a obra, de montaje sin generación de residuos y con un desmontaje sencillo que permita el reaprovechamiento posterior, etc.
¿Cómo podemos minimizar el impacto indirecto?
Derivados de la actividad desarrollada en los edificios, la forma de transporte y de vida de sus ocupantes y, en definitiva, en aquellos aspectos que influyen en el impacto global del edificio a lo largo del tiempo. Los criterios de diseño para reducirlos deberán orientarse a:
- Aumentar la vida útil del edificio. Aquellos edificios con la flexibilidad necesaria para adaptarse a diferentes usos a lo largo de su vida útil, son más durables. Esta durabilidad debe ser física (calidad de la construcción y bajo mantenimiento), pero también funcional (flexibilidad para simultanear diferentes usos, facilitando así su reconversión y adaptación).
- Reducir el impacto generado por el transporte de sus ocupantes. Ubicando el edificio cerca a la red de transporte público, previendo un espacio para el almacenamiento de bicicletas, facilitando así el transporte no contaminante, incorporando nuevas tecnologías que faciliten el trabajo telemático y otras actividades des de la vivienda, con espacio para realizarlas de manera cómoda.
De momento, lo dejamos aquí. En este artículo hemos intentado hacer un compendio de lo que supone abordar los problemas actuales de la vivienda con una voluntad integradora de los conceptos de sostenibilidad que entendemos no ya como gran esfuerzo o como una línea de especialización profesional, sino como parte obligada y cada vez más necesaria de nuestro trabajo como proyectistas y directores de obra.
Más adelante trataremos temas relacionados con éste, como pueden ser las diferentes metodologías de certificación sostenible de los edificios, como pueden ser el BREEAM, el LEED, VERDE o WELL.
Algunas publicaciones de referencia para la redacción de este post, y que les recomendamos que consulten son: Vivienda y sostenibilidad en España, de Toni Solanas y La Casa sostenible: guía imprescindible para construir, reformar y decorar de forma ecológica, de Cathy Strongman.
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